Prácticamente todo el mundo pierde el tiempo. Es algo intrínseco de la naturaleza humana y, aunque muchos lo desconozcan, el perder el tiempo realizando tareas poco relevantes mientras que aquellas que deben realizarse son pospuestas tiene un nombre: Procrastinación.
No dejes para mañana lo que puedas hacer pasado mañana
— Mark Twain
Varios psicólogos han estudiado este comportamiento durante décadas y cada vez se va arrojando más luz sobre el asunto. Los procrastinadores suponen el 95% de la población, pero no todos los procrastinadores tienen un comportamiento similar.
Lo que nos lleva a perder el tiempo varía de unas personas a otras, pero según Piers Steel es una mera combinación de tres factores que en mayor o menor medida están presentes en todos los individuos.
La expectativa
Continuamente se generan expectativas sobre aquello que hay que realizar. Cuando estamos acostumbrados a realizar una tarea con éxito, nos resulta menos incómodo que cuando estamos acostumbrados a fracasar continuamente en esa tarea. Cuando los fallos se suceden de forma continua, empezamos a ver el error antes de ni siquiera intentarlo.
En cierto modo, las expectativas están relacionadas directamente con la confianza en uno mismo y el optimismo. Cuando alguien flaquea en alguno de estos aspectos, podemos empezar a valorar en exceso la recompensa de las tareas que tenemos que realizar o que el lograrlo esté dentro de nuestro alcance o no. Si esto sucede, y la respuesta es negativa, pospondremos las tareas para más adelante.
Comúnmente se cree que el exceso de confianza genera procrastinación, pero la realidad es que lo contrario es mucho más común. Un total de 39 estudios que han agrupado más de 7.000 individuos han demostrado que los procrastinadores tienen menos confianza de lo común. Si creen que no son capaces de encontrar un trabajo, no lo buscarán; si creen que el ejercicio les resultará difícil, no lo harán.
La valoración
Las tareas que tenemos que realizar no todas tienen el mismo peso e importancia. Algunas tienen más relevancia que otras, y cada persona evalúa de distinta forma la importancia de las distintas tareas. Normalmente nadie deja para más adelante tomar unas copas con los amigos o una charla con una persona interesante, pero si hablamos de planchar o hacer la declaración de la renta, casi nunca se hacen el primer día que están disponibles.
Un total de 12 estudios que han agrupado más de 2.000 individuos avalan que esto, algo de lo que prácticamente todos nos hemos percatado alguna vez, es cierto. Estos estudios además arrojan luz sobre cosas que siempre hemos sospechado: el 70% de las personas que se apuntan a un gimnasio por un largo periodo de tiempo, rara vez va a hacer deporte. Los productos navideños están en las tiendas con un mes de antelación, pero el 24 de diciembre las tiendas están más llenas que en ningún otro momento del año.
Aquello que pospone cada individuo, varía de una persona a otra. Existen procrastinadores que planchan a su debido tiempo, del mismo modo que hay quien va todos los días al gimnasio o adora limpiar el coche cada dos semanas. Pero todos tienen un denominador común: dejan para más adelante aquellas cosas que no les resultan placenteras.
El tiempo
Aquí radica el meollo del problema. El tiempo es algo finito y durante un periodo limitado de tiempo tan sólo podemos hacer un número de tareas limitadas. Por supuesto, esto ha de incluir aquellas tareas que nos resultan placenteras, pero también aquellas tareas que estamos obligados a realizar.
La impulsividad es la base de este tipo de procrastinación. Varios estudios muestran conexiones entre la procrastinación y rasgos asociados a la impulsividad: poca meticulosidad, propensión a la distracción y bajo autocontrol. De hecho, un estudio llevado a cabo con más de 20.000 individuos, el rasgo más presente en los procrastinadores es la impulsividad.
Además de la impulsividad, también es muy relevante la demora de la satisfacción. No es lo mismo saber que una tarea finalizará en 10 minutos, que saber que finalizará en 10 días. Si además es algo que no reporta el menor placer, esta tarea posiblemente se vea retrasada y, mientras se realice, el procrastinador se atascará continuamente visitando las Batuecas o mirando las musarañas.
La ecuación de la procrastinación
Agrupando todos los factores, Piers Steel creó la ecuación de la procrastinación, mediante la cual se calcula la motivación. Esta está en función de los valores ya descritos: expectativa, valoración y tiempo (impulsividad y demora de la satisfacción).

Por último, como propina os dejo un pequeño vídeo que muestra lo que es un día en la vida de un procrastinador cualquiera.
Fuentes y más información:
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