Nota: No apto para claustrofóbicos.
Hay situaciones que cambian nuestra vida de raíz. Hechos inesperados que cuando aparecen en nuestra vida tiran por tierra lo que éramos y nos convierten en una cosa completamente distinta. En muchas ocasiones, esos cambios son para mejor, una clara y lógica evolución en el proceso de maduración del ser humano. En otras, una situación traumática puede cambiar tu vida para peor.
Todo comenzó el viernes 15 de octubre de 1999. Nicholas White, un hombre de 34 años, se había quedado hasta tarde en la oficina. En torno a las once de la noche, comentó a su compañera que bajaba a echarse un cigarro para liberar un poco de estrés, con la intención de volver en un rato, recoger la chaqueta y marcharse a disfrutar del fin de semana.
Las oficinas de Business Week estaban situadas en una planta 43 de un edificio de Manhattan. Una vez que White hubo terminado su cigarro, en vez de utilizar el ascensor con el que subía normalmente, se decidió a acercarse a otro ascensor sin paradas hasta la planta 39, para llegar un poco más rápido.
Entró en el ascensor, pulsó la planta 43 y, tras cerrar, el ascensor comenzó a subir rápidamente. Pocos segundos después el ascensor comenzó a tambalearse y las luces se apagaron de forma repentina. Cuando la luz volvió, el ascensor estaba totalmente parado.
Como cualquiera hubiera hecho en su situación, pulsó el botón de emergencia, esperando que alguien lo atendiera. Repitió esta acción durante una y otra vez sin respuesta alguna. Poco a poco se fue impacientando. No tenía un móvil que pudiera utilizar para informar al exterior y dado que el incidente había sucedido a las 11 de la noche de un viernes, las expectativas eran muy poco alentadoras.
Intentó abrir la puerta en repetidas ocasiones pero, al ser un ascensor sin paradas intermedias, todo lo que podía llegar a ver era una pared que le frustraría cualquier intento de escapar así del ascensor. Paseó por el pequeño ascensor, se tumbó en el suelo intentando dormir en distintas posiciones, jugó con las manos y pensó sobre cuales eran sus pocas opciones.
Entonces comenzó a sonar una alarma de incendios y el miedo se apoderó de él. Pocas semanas antes había tenido lugar un incendio en el edificio, sin mayores consecuencias, pero el recuerdo era más reciente. Comenzó a escuchar pequeños cambio de frecuencia en la alarma de incendios y, poco a poco, empezó a plantearse la posibilidad de morir.
En cuestión de horas se había terminado los pocos cigarros que le quedaban en el paquete, y la ansiedad se apoderó de él. Volvió a intentar abrir las puertas. En esta ocasión consiguió un ancho suficiente para ver dos inmensos números trece pintados en la pared, uno en rojo y otro en negro. Definitivamente se encontraba en la planta 13, lejos de la planta baja donde había tomado el ascensor y más lejos aún de la siguiente salida en la planta 39.
En momentos así, es difícil no imaginarse lo peor. La visión de un hombre de mantenimiento abriendo el ascensor diez días más tarde para encontrar su cadáver era cada vez más plausible y más aterradora. A nadie le gusta morir, pero el pánico ante una muerte lenta y agónica es común a prácticamente cualquier ser humano.
¿Hola?
¡Ayuda!
¿Hay alguien ahí?
¡Estoy atrapado en un ascensor!
Estas eran las frases que repetía una y otra vez sin obtener respuesta alguna. Mientras tanto la alarma continuaba sonando firmemente mientras White veía su vida pasar. Abrió una vez más las puertas del ascensor para mear, con la esperanza de que esa ‘incorrección’ hiciera saltar alguna protocolo de seguridad y por consiguiente una alarma que le permitiera salir de ahí. Pero de nuevo, nada sucedió.
De nuevo se volvió al suelo. Si ya era difícil conciliar el sueño en una situación así, más difícil lo hacía la incomodidad del suelo. Usó sus zapatos como almohada y la cartera abierta sobre su cara para conseguir un poco de oscuridad. Consiguió dormir, aunque espacios muy cortos de tiempo, despertándose una y otra vez para descubrir que la alarma todavía seguía sonando. Estaba atrapado en un ascensor y no era un sueño.
Llegó el momento de empezar a buscar culpables. ¿Por qué su compañera no había ido en su ayuda? La había dejado en la oficina con su chaqueta diciendo que volvería en un rato… y para aquel entonces ya tendría que haberse dado cuenta. ¿Y qué pasaba con la gente de seguridad? ¿Es que nadie estaba oyendo la alarma que había apretado ya demasiadas veces?
White empezó a plantearse que alguien debería pagar por todo el daño que estaba sufriendo. No era normal que una persona se quedase encerrada tanto tiempo en un ascensor impunemente. Tal y como estaba la situación, empezó a dar por hecho que la semana siguiente no iría a trabajar bajo ningún concepto.
Entonces su situación comenzó a degradarse de forma radical. Se tumbó en el suelo y se mantuvo ahí durante más horas de las que ya había estado. Hasta que en un momento dado, cuando White ya creía que había pasado una eternidad, escuchó una voz.
Voz: ¿Hay alguien ahí?
White: Sí
Voz: ¿Qué estás haciendo ahí?
La voz del interfono supuso que era un intruso, mientras White intentaba explicar su situación. Hasta que finalmente perdió los nervios con un ¡Sacadme de una puta vez de aquí!.
Poco después, el servició de mantenimiento del ascensor le contactó por el interfono. Pidió a White que realizara unas maniobras con los botones. White preguntó en qué día estaba, y la sorpresa y el cansancio le llegaron repentinamente cuando descubrió que ya eran las cuatro de la tarde del domingo. Había pasado un total de 41 horas encerrado en el ascensor.
De pronto, el ascensor comenzó a moverse rápidamente, se ralentizó y se paró de nuevo. Por fin las puertas se abrieron. Según relató el propio White poco después, tuvo que escalar para poder salir del ascensor. Allí le estaban esperando varios amigos y guardias de seguridad. White, tuvo claras sus primeras palabras: “Alguien podría haber muerto ahí dentro”.
La realidad es que White no tuvo que escalar para salir del ascensor, lo hizo por su propio pie, aunque el resto del relato es completamente cierto, tal y como muestra el siguiente vídeo con la grabación completa de las 41 horas que White pasó encerrado en el ascensor:
A la semana siguiente White, tal y como había planeado en el ascensor, no volvió a trabajar. Y como también había concluido en el ascensor, comenzó a buscar responsabilidades legales. Contrató a un abogado y denunció al edificio y a los encargados del mantenimiento, pidiendo por daños y perjuicios 25 millones de dólares.
Después de cuatro años de litigios, White acordó una cifra con los denunciados que nunca trascendió, pero siete años después, aún no había vuelto a encontrar trabajo. Y lo que es aún peor, jamás supo por qué el ascensor se paró durante 41 horas cambiando por completo el rumbo de su vida.
Fuentes y más información:
- Man Trapped in Elevator for 41 Hours
- Trapped in an elevator
- Madness: Trapped in Elevator Car 30
- Nicholas White Talks About His Experience
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