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Midas, el oro y la maldición de la avaricia

Cuando Midas aún era un niño, una adivina le había predicho que conseguiría poseer una gran riqueza. Con ello en mente a lo largo de toda su madurez, consiguió convertirse en un rico y poderoso rey, pero nunca se conformaba con la riqueza y poder que ostentaba, si no que siempre deseaba más, queriendo poseer y disfrutar de todo aquello que fuera posible.

Un día Sileno, un amigo del dios Dionisio, fuertemente afectado por los efectos del vino, terminó quedándose dormido en el impresionante jardín de rosas propiedad del rey Midas. Cuando a la mañana siguiente los jardineros lo descubrieron, fue inmediatamente enviado ante la presencia del rey. Fue entonces cuando Sileno le relató grandes historias de lejanos países, así como sobre su amistad con el dios Dionisio.

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El castigo de Midas de Clerck (fuente)

Después de una semana como huésped del rey Midas, Sileno regresó junto a Dionisio, el cual estaba preocupado por la larga ausencia de su amigo. Ante la alegría por el regreso de su amigo, Dionisio le ofreció a Midas el cumplimiento de cualquier deseo que quisiera a modo de recompensa por cuidar de Sileno durante toda una semana.

La codicia de Midas le poseyó entonces por completo, confesando a Dionisio su deseo: “Que todo lo que toque se convierta en oro”. Simplemente con esa petición, el deseo se convirtió instantáneamente en realidad. Tocó una rama partida en el suelo, y esta se convirtió en oro; cogió una piedra con su mano y esta se convirtió en oro, tomó una manzana del árbol, y esta se convirtió en oro.

Pero la felicidad del rey no duró mucho tiempo. En cuanto llegó el momento de celebrar con un manjar el deseo concedido por Dionisio, tomó pan, y este se transformó en forma de oro en su boca, intentó entonces beber un poco de agua, pero esta se solidificó con el brillante color del oro. No sólo todo aquello que tocaba con sus manos se convertía en oro, si no también todo aquello que se llevaba a la boca.

Midas ante Baco de Poussin (fuente)

Su desesperación le llevó a rezar al dios Dionisio para liberarse de lo que de ser un deseo se había transformado en maldición. Éste no tardó en compadecerse de él, y le contestó: «Ve a la montaña en busca de un río de nombre Pactolo, y entonces sumerge tu cabeza en su fuente y lávala con sus aguas».

Dionisio inmediatamente obedeció la orden divina, y salió en busca del río. En el momento que lo encontró en lo alto de la montaña, puso su cabeza bajo la fuente del río, y la maldición lo abandonó instantáneamente. Tras esa mala experiencia, el rey Midas se marchó de su palacio para perderse en los profundos bosques lejos de todo el poder y riqueza que toda su vida había perseguido. Aún así, su corazón no había sanado… pero eso es ya otra historia que contar.

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13 Comentarios

  1. Que cachondo el Dionisio, que no se lo debió pasar bien al ver la cara del otro mordiendo un cacho de oro o intentando beberse un lingote. Para mi que sabia muy bien lo que le iba a acarrear a Midas ese deseo.

    ¿ Donde dice Dionisio que diga Midas ?»Dionisio inmediatamente obedeció la orden divina».

  2. Luego montó un concesionario para cambiar tubos de escape, ¿no? ;-)
    Bonita historia

  3. Muy bien contada la historia. Jajajaja, lo de los recambios Kikas.
    Estas historias de los antiguos son verdaderos cuentos. Voy a probar a contársela a mi sobrino.

  4. cagarroooooooooooooooooooooooooooo!!!!!!!!!!!!!

  5. tontoooooooooooooooooooooooooooooooorrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrroooooooooooooooooooooooooooo

  6. @daniela, Lo que para ti es algo tonto, para los antiguos griegos fue un suceso que creían había ocurrido en verdad. Es igual que la mitología judeo-cristiana; hoy en día la gente de verdad cree que la esposa de Lot se convirtió en un montículo de sal por haber mirado la ciudad de Sodoma destruirse (sólo por poner un ejemplo). Qué tontería, ¿no? Es exactamente la misma situación: mitología.

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