en Reflexiones

No estoy indignado, estoy hasta los cojones

Así de llano y simple. Parece que desde que el 15-M salió a la calle y convirtió a los indignados en algo mediático, el hablar de sus quejas se ha convertido en hablar de las quejas de una minoría, bastante pesada pero poco relevante. Y bajo ese cristal, esa perspectiva sesgada de muchos medios y, lo que es peor, ciudadanos seguimos adelante en un línea que más de progreso, yo veo desde hace muchos meses de involución.

No voy a entrar en si todas o algunas de las reivindicaciones de los distintos indignados de los distintos puntos de la geografía española son coherentes, serían eficaces o son relevantes. Pero lo cierto es que son muchos los que se quejan, y entre las múltiples propuestas siempre hay algo que se puede sacar, y que TODOS tendríamos que tener en cuenta, incluyendo esa clase política que todos votamos, pero que muchas veces actúa al margen de aquellos que les pusieron en su lugar.


La constitución española (fuente)

La chispa que me ha hecho escribir esta entrada reflexiva y personal podría haber sido cualquier hecho de los acontecidos en los últimos 3 ó 4 años, pero lo cierto es que fue al ver el vídeo de la votación en el congreso de los diputados de la reforma de la constitución española, ese documento que durante años ha sido inmodificable, pero que en apenas unas semanas se ha propuesto y aprobado un cambio para complacer a unos individuos que ni siquiera los españoles hemos votado.

Al ver el vídeo, empecé a mirar a los diputados de la cámara pensando. ¿Por qué un puesto de tal relevancia no exige exclusividad? A todos y cada uno de los diputados los hemos votados todos los españoles para que nos representen. Por ello van a recibir un sueldo más que digno, y lo que esperamos todos es que ejerzan el trabajo tan bien como esté a la altura de sus capacidades. Para ello sólo pido, y no creo que sea mucho pedir, que dediquen los cuatro años a trabajar para mejorar el país, o al menos intentarlo.

Pero no, ese sueldo digno parece no ser suficiente para muchos y compaginan su puesto como diputado con muchos otros puestos de carácter público y privado. Para empezar porque su dedicación al congreso de los diputados se ve mermada, ya que su atención se divide entre los distintos puestos de trabajo que ostenta. Para seguir, en un país cuyo nivel de paro superó hace meses el 20% de la población activa, creo que hay que ser lo suficientemente sensatos como para saber que con los dos puestos que ocupa actualmente una misma persona, y más aún teniendo en cuenta los sueldos que obtienen por ellos, podríamos tener a un trabajador más ocupado.

Después de divagar durante algunos minutos, mi mente volvió a procesar las imágenes de mis ojos… seguían siendo diputados discutiendo sobre esa reforma constitucional. Una reforma que consiste en añadir un artículo más a la constitución, el artículo 135. En líneas generales (consultadlo para poder obtener vuestra opinión propia), el artículo introduce una limitación en el déficit y la deuda en base a una ley orgánica que complementará lo escrito en ese artículo. Ese déficit podrá superarse en situaciones extremas, lo que podría decirse que prácticamente quita todo sentido y utilidad que pueda tener… pero como había que contentar a alemanes y franceses, pues la introducimos.

Ahora imaginemos una situación. Nadie dice que esta situación se tenga que dar… pero seguramente sea algo que se pueda dar. Un gobierno termina una legislatura, y un nuevo gobierno toma el relevo. Al tomar el relevo se encuentra con gran marrón. Un gasto excesivo descuadra las cuentas, y el déficit supera con creces lo establecido en el marco legal. No hay ninguna situación extrema que justifique ese déficit excesivo, por lo que habría que maquillarlo para quedar dentro del nuevo marco constitucional.

Si el déficit es elevado a causa de un gasto ya ejecutado ¿cuál es la única manera de compensarlo para que vuelva a entrar en los límites? La respuesta es simple, aumentando los ingresos. Los impuestos se podrían aumentar, pero posiblemente no generarían los ingresos de forma inminente, con lo cuál no parece una solución adecuada. Eso sí, hay una forma más rápida de que un gobierno pueda conseguir ingresos: a través de privatizaciones.

Tenemos reciente el caso de las Loterías y Apuestas del estado, o la privatización encubierta de la sanidad en algunas comunidades autónomas. Pero lo peor es que en este escenario hipotético que os he planteado, esas privatizaciones estarían sustentadas por una ley que OBLIGA a que ese déficit no supere los límites establecidos.

Yo, al igual que muchos, creo que es mucho más importante y urgente el limitar el gasto público. Muchas comunidades autónomas se están centrando en los recortes en sanidad y educación, las dos joyas del estado español, sin ver un poco más allá. El que posiblemente sería el recorte estrella con el que la mayoría de la población estaría de acuerdo, sería la supresión de las diputaciones provinciales. El cambio sería rápido y prácticamente inapreciable, ya que tras trasladar sus pocas competencias a reuniones entre alcaldes de municipios y comunidades autónomas, nadie se acordaría de ellas.

Pero claro, esta medida y otras que se pudieran tomar para controlar el gasto no han sido impuestas por la Comunidad Europea que nos gobierna de la que formamos parte.

Desde luego, con esto que he planteado se puede estar más o menos de acuerdo. No creo que mi punto de vista sea el único coherente, y posiblemente tampoco sea el mejor, pero es mi punto de vista como ciudadano. Por eso, me gustaría poder expresar en las urnas mediante mi voto cuál es mi preferencia respecto a este cambio a una constitución que mis padres votaron.

Aquí llega el punto que posiblemente indigne a la mayor parte de los españoles. ¿Por qué no llevar a referéndum el cambio constitucional? La verdad es que no lo tengo nada claro. En principio todo apuntaría que es miedo a un hipotético rechazo global de la sociedad, pero no nos engañemos. La mayoría de los votantes son simpatizantes de PP o PSOE, por mucho que nos duela a algunos, y si ambos partidos recomiendan a sus simpatizantes que voten a favor del cambio constitucional en el referéndum, la posibilidad de que ganase el «No» sería totalmente residual.

Si un 10% de la cámara no vota pidiendo un referéndum para cambiar la constitución, el referéndum no tiene por qué llevarse a cabo. Tienen la ley a su favor y lo que pensemos los demás les importa poco o nada. El referéndum seguramente no hubiera cambiado nada el resultado final, pero habríamos avistado un pequeño rayo de luz en la oscuridad de nuestra clase política.

Así que, resumiendo. La indignación está definida en la rae como el «Enojo, ira, enfado vehemente contra una persona o contra sus actos«. Y sí, así he estado durante mucho tiempo respecto a los políticos que nos representan… pero creo que ya estoy a un nivel superior. Estoy hasta los cojones de que miren por su propio bienestar atentando de forma indiscriminada contra el bienestar del resto de los españoles, aquellos que juraron representar y de los que poco se acuerda al tomar sus decisiones.

Nota: En líneas generales, he hablado todo esto en mi cuenta de Twitter en los últimos días, pero quería intentar sintetizarlo en una entrada para entablar un debate del que todos podamos sacar algo en claro.

PS: Este blog ya ha llegado a su fin. Si quieres seguir viendo contenido semejante, te recomiendo que visites la nueva web o te apuntes a continuación.

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