El coste de mi tiempo y el precio de la felicidad
Suena de nuevo el despertador. Es lunes y no queda más cojones que volverme a levantar. Otra vez me esperan ocho horas de trabajo, que al final, suponen mucho más que simplemente ocho horas. En la oficina está mal visto oler mal, y con el calor que hace por las noches en mi apartamento, hace […]